Leemos porque sí

Respirar al ritmo de la tierra. Todo es ronda de Gabriela Mistral y Pati Aguilera

“Todo es ronda” es un texto que forma parte de Ternura, el segundo libro de Gabriela Mistral. Este poemario fue publicado por primera vez en 1924, en Madrid, y tenía el siguiente subtítulo: “Canciones de niños”. 

Por María José Barros C.

 

Antes de ir a los versos, quisiera hacer una breve contextualización del poema. “Todo es ronda” es un texto que forma parte de Ternura, el segundo libro de Gabriela Mistral. Este poemario fue publicado por primera vez en 1924, en Madrid, y tenía el siguiente subtítulo: “Canciones de niños”. Ahora bien, muchos de los poemas de Ternura habían sido publicados anteriormente en Desolación (1922), su primer libro. Dos décadas después, en 1945, el mismo año en que obtiene el Premio Nobel, Mistral reedita Ternura. Reordena las secciones del libro, agrega algunos textos y elimina el subtítulo original. Es esta versión revisada y extendida de Ternura la que usualmente conocemos hoy.

Estos antecedentes nos permiten concluir que Ternura fue para Mistral un libro importante, muy querido, al que dedicó varios años de su vida. Sin embargo, según los críticos mistralianos, Ternura es el libro menos leído y estudiado por los especialistas. Precisamente porque muchos de sus poemas fueron reproducidos hasta el cansancio en libros para niños y en las escuelas (“Dame la mano” y “Piececitos de niños” son los ejemplos por excelencia), pero por sobre todo mal leídos. De alguna manera, los textos de Ternura fueron reducidos al rótulo de poemas infantiles o textos escolares y despojados de la belleza, lucidez, imaginería y jugarretas que por cierto poseen.

Como bien ha señalado Mauricio Ostria, los poemas de Ternura son textos que invitan a “múltiples destinatarios” (Ostria 651), es decir, están pensados para ser leídos no solo por niños, sino también por adultos. Para Mistral, la formación literaria de los más pequeños era fundamental, pero estaba en contra de la poesía infantil de corte pedagógico o moralizante. Ella tenía en muy alta estima a los niños y niñas. No menospreciaba la creatividad y apreciación estética de sus pequeños lectores. Le importaba mucho que los niños se aproximaran a la poesía, pero por sobre todo buena poesía. Por eso ella decía, en un texto temprano de 1915, que su objetivo era hacer una “poesía escolar nueva [...] que no por ser escolar deje de ser poesía” (Mistral 2015: 49). De hecho, en el “Colofón con cara de excusa” que incluye en la versión de Ternura de 1945, sostiene que ella está al debe con la lengua de los niños. Siente que sus textos están muy lejos de ese mundo primigenio, de ese misterio, de ese balbuceo poético que es la palabra infantil: “Continúo viviendo a la caza de la lengua infantil, la persigo desde mi destierro del idioma, que dura ya veinte años. [...] Mientras más oigo a los niños, más protesto en contra mía, con una conciencia apurada y hasta un poco febril” (Mistral 2020: 201).

Y aquí me gustaría detenerme muy brevemente en lo que significaba para Mistral la escritura de este tipo de textos vinculados al mundo de la infancia y que además nos remiten al tremendo legado de la cultura popular y campesina, de los relatos orales, que van a ser tan importantes para Mistral en su vida, en su propia infancia elquina y en su literatura. En un artículo de prensa de 1927, titulado “Una nueva organización del trabajo”, Mistral explica qué significa para ella escribir rondas y qué le ocurre en términos personales e incluso corporales durante ese proceso creativo:

Cuando he escrito una ronda infantil, mi día ha sido verdaderamente bañado de Gracia, mi respiración como más rítmica y mi cara ha recuperado la risa perdida en trabajos desgraciados. Tal vez el esfuerzo fuese el mismo que se puso en escribir una composición de otro tema, pero algo, que insisto en llamar “sobrenatural”, lavaba mis sentidos y refrescaba mi carne vieja (Mistral 2015: 114).

Lejos de pensar las rondas como un género menor o insignificante, para Mistral escribir este tipo de textos era casi un ejercicio espiritual y de sanación, una suerte de meditación. Algo “sobrenatural” ocurría en ella cuando escribía rondas y sentía que todo en ella volvía a la vida, se refrescaba, se rejuvenecía.

Considerando lo anterior, me pregunto... ¿Qué nos puede decir Todo es ronda acerca de nuestras propias memorias de niñez, pero también de los niños y niñas que “resplandecen” —para usar otra palabra de Mistral— nuestro día a día con su ternura? ¿Cómo se deja entrever en este poema y en las rondas mistralianas en general el pensamiento pedagógico de nuestra querida poeta? Intentaré compartir algunas ideas y reflexiones al respecto que se desprenden de las rondas de Mistral y el libro maravillosamente ilustrado por Pati Aguilera, así como del camino de aprendizajes mutuos que he ido recorriendo de la mano de mis pequeños Manuel y Violeta.

Primero: pensar lo común

Jugar a la ronda es ser parte de una experiencia colectiva, que implica ser y estar con otros. Es una acción donde los cuerpos se funden, se entrelazan y se mueven al unísono, dando vida a una comunidad fraterna y colaborativa, que requiere la participación activa de todos para que el juego funcione. En la ronda, si es que algún participante se cae o deja de moverse, el círculo se corta y el juego termina.

Para ilustrar esta idea de lo colectivo, Mistral utiliza en sus poemas palabras relacionadas con acciones vinculadas al mundo femenino como “tejer” y “trenzar” y plantas asociadas al mundo rural como “trigos” y “espigas”. Veamos un pequeño fragmento de su texto titulado, precisamente, “¿En todo tejemos la ronda?”:

¿La haremos, mejor, en el bosque?

La voz y la voz va a trenzar,

y cantos de niños y de aves

se irán en el viento a besar (Mistral 2020: 80).

En el corro mistraliano, los cuerpos, las voces y los cantos de los niños se entrelazan. Al igual que en un tejido, en una trenza o en el trigo, y pienso también en bailes andinos del norte de nuestro país como “La vara” (“trencemos la vara de lindos colores”, cantan las cuyacas mientras dan vueltas con sus cintas alrededor de la vara), las vidas de esas pequeñas personitas se confuden hasta formar un solo cuerpo, que gira sin cesar al compás del canto y el baile. Esto se observa con claridad en el famoso poema de Mistral “Dame la mano”. Aquí son dos niñas, Rosa y Esperanza, quienes hacen la ronda y funden sus cuerpos hasta convertirse en una flor o en una espiga: “Como una sola flor seremos, / como una flor y nada más”, “Como una espiga ondularemos, / como una espiga, y nada más” (Mistral 2020: 81).

En definitiva, jugar a la ronda es compartir con otros, pero esa otredad, en el caso de Mistral, conlleva una experiencia de lo plural, lo diverso y en muchas ocasiones va más allá de lo estrictamente humano. En el poema “Los que no danzan”, una niña “inválida” y una niña “quebrada” preguntan cómo pueden unirse a la ronda. La respuesta de los niños y niñas no se hace esperar: “danzando con su corazón” (2020: 88). Lo mismo ocurre con el cardo muerto. Su única manera de hacerse parte de este juego es haciendo “volar su corazón al viento” (2020: 88). Como se puede observar, en las rondas mistralianas niñas y niños, vidas humanas, animales y plantas, se entrelazan amorosamente. Las rondas permiten crear “parentescos raros” (21), inesperados, como dice Donna Haraway. Lo importante es unirse a un ritmo común, ya sea bailando, cantando o desde el latir del corazón.

Segundo: dónde hacemos la ronda

En Mistral, el juego de la ronda siempre ocurre al aire libre y en espacios vinculados preferentemente a la naturaleza: una colina, cerca del mar, en un bosque, en el campo. En el pensamiento pedagógico mistraliano, el contacto de los niños y niñas con la naturaleza es fundamental y la ronda, entendida por cierto como un juego, permite que los más pequeños se encuentren con la naturaleza y la habiten desde sus propios cuerpos, no desde los libros o los manuales escolares. Esto se ve muy claramente en su poemario póstumo Poema de Chile (1967), donde la mama recorre el territorio nacional en compañía de un niño atacameño y un huemul y les va enseñando el amor por todos los seres vivientes que habitan nuestra tierra: plantas, animales, ríos, montañas. Esta inquietud aparece de forma temprana en otros escritos de la poeta chilena. Pienso, especialmente, en su prosa “La tierra: los jardines” (1922), que a mí me gusta mucho, donde Mistral recalca la importancia de que todo niño tenga un pequeño pedacito de tierra o jardín para jugar, conocer y amar la naturaleza:

Mas, cuando encontramos hecha la casa, y somos pobres, y no podemos corregirla, siempre será posible hacer el jardín interior, dándole esos 6 o 10 metros de tierra, sin los cuales no habrá hogar, sino habitaciones amontonadas y sin alma. En el centro de la casa, este pequeño jardín será el pedazo noble y delicado sobre el que caen y se dulcifican las miradas durante el día (2021: 198).

En este escrito, Mistral detiene su mirada en los niños pobres criados en la ciudad y se lamenta del “alejamiento de la tierra” (2021: 199) al que los más pequeños se ven cada vez más expuestos. Por eso Mistral invita a las madres a plantar pequeños jardines con sus hijos y a enseñarles, a través del juego, “el milagro de la semilla que se hincha y brota” (2021: 201). Los niños y las niñas no se pueden perder esta “fiesta” —por cierto, tomo prestada esta palabra de Mistral y su Poema de Chile.

Bailar la ronda permite establecer una conexión profunda con la naturaleza y sus distintos elementos: sentir el viento en la cara, ver distintos colores, oler las hierbas, escuchar el canto de los pájaros. Es una experiencia de juego que implica el cuerpo y activar los sentidos. Es una dinámica multisensorial que nos interpela muy profundamente hoy en día, pues estamos insertos en una cultura a ratos extremadamente sedentaria, solitaria y apegada a las pantallas, y donde la experiencia del cuerpo, del contacto directo con el otro, está bajo amenaza tanto para los niños como los adultos. Nada más distinto que bailar una ronda y estar pegados a la pantalla de un celular.

Y en este sentido es importante decir que las rondas de Mistral no son bailadas solo por niños, sino también por adultos y otros seres vivientes y materias. Menciono a la pasada algunos ejemplos:  “Ronda de la ceiba ecuatoriana”, “Ronda de los metales” y “Ronda de los segadores” de Ternura. También quisiera mencionar el poema “Ronda de Montegrande”, publicado en la última edición de Poema de Chile (2013) a cargo de Diego del Pozo, donde las que bailan aquí son hierbas, flores y plantas: rosa, junco, dalia, tomillo, malva, menta, poleo, etc.

En las rondas mistralianas, las distintas formas de la naturaleza y seres vivientes se confuden y nutren mutuamente, como muy bien lo ilustra Pati Aguilera en su libro Todo es ronda. En sus páginas observamos a niños y niñas que visten ropas multicolores y con dibujos de espigas, mares, ríos, peces, volcanes. También vemos al Sol y la Luna bailar. Esa es la magia de la infancia y el secreto que nos revelan Gabriela Mistral y Pati Aguilera: en el juego la realidad se trastoca, ocurren metamorfosis, se crean mundos nuevos. Y esto nos conduce al próximo elemento que quiero destacar.

Tercero: respirar con la tierra

En la rondas de Mistral, y esto se ve muy claramente en Todo es ronda, este juego infantil reproduce en su ritmo, en su trance, en su baile, un movimiento vital que posee dimensiones cósmicas. De alguna manera, las rondas reproducen el respirar de la tierra, el latir de todos quienes cohabitamos y coexistimos en ella. Por lo tanto, bailar la ronda es también una suerte de ritual y al mismo tiempo una experiencia de goce, éxtasis, que a medida que avanza se va intensificando, va in crescendo, permitiendo incluso que los cuerpos se eleven hasta tocar el cielo, como ocurre en “La ronda del arcoiris”.

Lo que nos muestra la ronda ilustrada por Pati Aguilera es que a fin de cuentas todos y todas estamos conectados, relacionados y unidos unos a otros, como en un gran tejido donde distintas hebras se entrelazan. Todos, desde las vidas más pequeñas y microscópicas hasta aquellas vidas de dimensiones enormes e inabarcables, somos parte de la ronda del universo, de la tierra. Y en este poema son los astros, los trigos, los ríos y las olas del mar los elementos de la naturaleza que reproducen con su vaivén constante el ritmo de las rondas infantiles, lo que da cuenta de esa conexión especial de los más pequeños con aquello que es elemental para la vida en la tierra.

Por esto yo diría que en la poesía de Mistral el juego de la ronda es un acto casi espiritual y ritual que ayuda a mantener el ritmo del universo, lo que resulta muy coherente con las creencias y los saberes de los pueblos indígenas que bien conocía la poeta chilena. Y cuando ese equilibrio o esa armonía se rompe se produce un daño que nos afecta a todos, humanos y no-humanos. Al leer las rondas de Mistral comprendemos que nosotros no solo dependemos de la naturaleza para vivir, sino que también somos naturaleza. Por lo tanto, entre nosotros, los animales, las aguas, las plantas, los vientos y las estrellas, existen relaciones de interdependencia. Unos y otros nos necesitamos mutuamente. La ronda no se puede bailar solo. Es con otros. Sino no hay ronda.

En este sentido, el libro de Pati nos interpela y nos invita a seguir bailando la ronda, a ser parte de esta danza que trasciende tiempos y espacios, y a dejarnos llevar por ese ritmo envolvente de la naturaleza, que es un ritmo tan distinto al tiempo acelerado que se nos exige vivir hoy. Porque la ronda comienza lentito, va agarrando vuelo poco a poco, llega a un climax y después se termina para volver a comenzar en otro momento, en otro lugar, con otros niños, al igual como ocurre con las semillas: ellas duermen por un tiempo bajo la tierra, después comienzan a brotar, se transforman en flores o frutos, para luego viajar nuevamente...

Para terminar: por una “educación de la ternura”

Para finalizar esta presentación, quisiera decir algo muy breve sobre la “ternura”, esa palabra que da nombre al poemario en el que se publica “Todo es ronda” y que en la actualidad también ha sido retomada por Elicura Chihuailaf, poeta mapuche y Premio Nacional de Literatura 2020. Así lo expresa el oralitor a propósito de los mapuche movilizados por la defensa de su territorio y perseguidos por el Estado chileno: “nuestra lucha es una lucha por la ternura” (10). ¿Qué significa, entonces, la ternura? ¿De qué manera Mistral, Chihuailaf y Aguilera nos convocan a vivir, cuidar y actuar desde la ternura? 

En uno de los textos en prosa que mencionaba antes, Mistral sostiene que es importante inculcar en los más pequeños una “educación de la ternura”, es decir, formar niños sensibles, inquietos y despiertos que se dejan enternecer por el milagro cotidiano de la vida y la naturaleza. Ella lo describe de la siguiente manera:

No es sensiblería de poeta decir que el roce de una corola enternece y dulcifica. Ignoran los finos movimientos del alma quienes no saben que la contemplación de una tarde —la hora pura por excelencia— limpia la pupila de las fealdades del día. Mirar subir el sol de nuestra Cordillera es un salmo que hace cantar la sangre de las entrañas y abre los labios en un grito de alabanza (Mistral 2021: 200).

Dejémonos enternecer por las ilustraciones de Pati Aguilera, las rondas de Mistral y las sonrisas luminosas de nuestros niños y niñas.

Referencias bibliográficas

Chihuailaf, Elicura. “Nuestra lucha es una lucha por ternura”. Historia y luchas del pueblo Mapuche. Chihuailaf, Millamán et al. Santiago: Editorial Aún creemos en los sueños, 2008.

Haraway, Donna. Seguir con el problema: generar parentesco en el Chthuluceno. Trad. Helen Torres. Bilbao: Ediciones Consonni, 2020.

Mistral, Gabriela. Poema de Chile. Santiago: La Pollera Ediciones, 2013.

---. Vivir y escribir. Prosas autobiográficas. Comp. Pedro Pablo Zegers. Santiago: Ediciones UDP, 2015.

--. Obra reunida. Tomo II. Poesía. Santiago: Ediciones Biblioteca Nacional, 2020.

---. “La tierra: los jardines”. Textos seleccionados. Santiago: UAI, 2021.

Ostria, Mauricio. “Releyendo Ternura”. Gabriela Mistral en verso y prosa. Antología. Real Academia Española; Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010.

 

Puedes encontrar Todo es ronda aquí. 

Puedes revisar la web del libro aquí.

ISBN: 9789562892230
N° Edición: 1
N° páginas: 10
Año: 2023
Tamaño en cms.: 15 x 22
Tipo de edición: Cartoné
Editorial: Fondo de Cultura Económica

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