Leemos porque sí
Los flancos abiertos del populismo: Relectura de En torno a lo político
En torno a lo político, de la intelectual belga Chantal Mouffe, es una obra que puede leerse como uno de los insumos esenciales del “laboratorio” de la teoría del populismo de izquierdas. Aparece el mismo año en que Ernesto Laclau, su pareja, edita el ya clásico La razón populista (Buenos Aires: FCE, 2005). Anclada a un tópico clásico de su obra, Mouffe dedica este libro a reestablecer el lugar central e inevitable del conflicto en la política, en sus palabras, volver a situar lo propiamente político –el antagonismo “constitutivo de las sociedades humanas”– en el centro de ese campo de “prácticas e instituciones mediante las cuales se crea [o mantiene] un determinado orden”.
En torno a lo político avanza resolviendo nudos problemáticos para, en primer lugar, desmontar la hipótesis postpolítica y afín a la dominación neoliberal de inicios del siglo XXI, esa que concibe “el objetivo de la política democrática en términos de consenso y reconciliación”. Se trataría de una tarea ineludible no solo por ser esa una posición “errónea”, sino además “riesgosa políticamente”. Así, desde la liquidación de este enfoque “post-adversarial” de la política, Mouffe se arropa de Carl Schmitt (como lo hacen hoy tantos críticos radicales) para recuperar la idea antagonista de la política. Buena parte del libro se trata de proponer que el enfoque agonista “reconoce que la sociedad siempre es instituida políticamente”, mientras otras secciones sirven para elaborar una acérrima crítica a quienes “reducen la política a un conjunto de pasos supuestamente técnicos y de procedimientos neutrales”. En ese encuadre la obra de Mouffe es notable, y ofreció y sigue ofreciendo un buen arsenal teórico y conceptual para enfrentarse a los negacionistas del conflicto, algunos todavía borrachos del triunfo de la década de 1990.
Pero, a más de quince años de la primera edición de este libro, contando ya con una robusta serie de experiencias políticas progresistas emparentadas con las tesis de Mouffe y Laclau, cabe preguntarse por las implicancias que tuvo reestablecer lo político en la política. ¿Cómo ha ido avanzando aquello de reestablecer el conflicto en el centro de las disputas democráticas? Las respuestas son diversas y requieren exposiciones titánicas, sobre todo por la multiplicidad de ambivalencias que rehúyen todo esfuerzo de síntesis. No obstante, hay un ejercicio disponible y dada la coyuntura, de incuestionable pertinencia. ¿Qué si pensamos la proyección de estas hipótesis en aquello que la intelectualidad denomina “populismos de ultraderecha” o neofascismos?
No corresponde achacar a Mouffe las consecuencias inesperadas de las acciones que propone su libro, pero a la fecha resulta evidente que el auge neofascista es una respuesta antipolítica contra la centralidad de lo política. Al igual que en la década de 1930, el populismo de derechas no se asume como parte de una nueva política adversarial, sino como una fuerza que viene a suprimirla, y a reconstruir el consenso perdido, con autoridad, patria y violencia. Allí donde se ha logrado politizar la democracia y los procesos electorales de masas, y el conflicto social ha copado la escena, el neofascismo se ha movilizado en rechazo a su institucionalización. Su posición, de hecho, busca expulsar el conflicto hacia los nuevos “afuera”: los migrantes, los países fronterizos, colectivos subalternos, las minorías sexuales, raciales o religiosas, en fin, todos los grupos sociales que necesitan del conflicto para reformar el Estado y el orden productivo.
Así, al romper el consenso centrista y volver a una política democrática del conflicto social, la arremetida populista olvidó que ello no garantiza la detención o expulsión del fascismo de la arena política. En la fetichización de su reflejo, perdió de vista que las clases dominantes no han asumido el compromiso democrático exigido a las clases populares para su incorporación. Perdió de vista la irreverencia formal de las capas dominantes, para quienes la última estrategia histórica sigue siendo la violencia del poder.
En ese sentido, el libro de Chantal Mouffe sirve de punto de partida fundamental para comprender dos derroteros políticos. Por un lado, la crisis teórica y material de la política neoliberal del “fin de la historia”; por otro, la zozobra de las formas que intentaron, en las primeras décadas del siglo XXI, reinstalar el conflicto social al centro de la lucha política institucional. Es, en definitiva, un manual indispensable para aproximarse a los derroteros reales de la conflictividad política, y una guía para reconocer que la actual tensión política, el ambiente de crisis, que parece atravesar a todo el globo, no es una negación de las tesis que buscaron devolver a la política su potencia reformadora e histórica. Es, por el contrario, su brutal confirmación: hay crisis, hay inestabilidad, porque hay democracia de masas. La pregunta es cuánto tiempo más la égida capitalista soportará un nuevo ciclo de ofensiva de las mayorías, hacia el Estado, hacia la sociedad, hacia el mercado, por recuperar la soberanía sobre sus vidas.