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James C. Scott: los peligros de la ingeniería social y el pensamiento sinóptico

Con un fino análisis el politólogo estadounidense ubica en el surgimiento de los Estados premodernos la importancia que ha tenido la creación de mecanismos de legibilidad cuya tarea ha sido simplificar y hacer visible parte de la complejidad de los elementos que dan forma al Estado.

  

Por: Kristen Parris.

Artículo aparecido en la revista “Utopian Studies” 10-2 (1999)

Traducción: Patricio Tapia

 

¿Cómo ve el Estado? No muy bien, de acuerdo a James C. Scott. En su libro Lo que ve el Estado, Scott pregunta por qué los esfuerzos de parte de los Estados modernos para ordenar, cambiar y mejorar la sociedad han fracasado miserablemente con tanta frecuencia, a veces con costos humanos catastróficos. La respuesta no es, en cierto sentido, novedosa. Es la conocida historia de los límites de la racionalidad y los peligros del pensamiento sinóptico cuando se enfrenta con sistemas complejos y diversos. Pero Scott nos lleva más allá de estos bien conocidos problemas y centra nuestra atención en el impulso de extralimitarse y la necesidad del Estado de hacer que la sociedad sea legible.

La legibilidad se presenta como el problema central del arte de gobernar moderno. Desde la creación de apellidos y la estandarización de medidas hasta el diseño de las ciudades, los Estados han buscado simplificar, rutinizar y mapear las prácticas sociales para que la sociedad sea más visible para el centro y, por lo tanto, más sujeta a la manipulación y el control desde el centro. Es esta legibilidad la que permite intervenciones administrativas y proyectos de ingeniería social, que van desde la educación universal hasta el control de inundaciones, desde los programas de inmunización hasta la vigilancia política. Al mismo tiempo que la legibilidad social le permite al Estado observar, registrar y manipular ciertos patrones de la vida cotidiana, también oscurece la visión del Estado porque es necesariamente esquemática, dejando de lado el desorden de detalles informales pero esenciales de las prácticas cotidianas. Cuando se omiten estos detalles, los planes formales tienden a desaparecer.

El esfuerzo del Estado por cartografiar la vida cotidiana se vuelve peligroso cuando se combina con otros tres elementos. Primero está lo que Scott llama la ideología del alto modernismo. Surgido de la fe de la Ilustración en el proceso científico, el alto modernismo es la adopción acrítica y desenfrenada de la racionalidad técnica y la planificación exhaustiva como base para la mejora social. El alto modernismo lleva consigo una estética visual que favorece el aparente orden y la claridad de las líneas geométricas limpias y coincide con la necesidad de legibilidad del Estado y con las habilidades de los planificadores, ingenieros, arquitectos y técnicos modernos. El alto modernismo abarca el espectro ideológico tradicional de izquierda a derecha. Sus impulsos utópicos mueven tanto a los progresistas como a los fascistas, a los capitalistas burocráticos como a los socialistas.

El segundo elemento es la capacidad y voluntad de utilizar el poder coercitivo del Estado moderno para imponer la visión del alto modernismo. En estrecha relación está el elemento final, una sociedad civil débil o “postrada”, incapaz de resistir el poder del Estado. Scott señala que la guerra, la revolución o el colapso económico son a menudo el contexto para el surgimiento de un Estado autoritario y el debilitamiento de la sociedad civil. Y son estos dos últimos elementos los que crean las condiciones para que una mala política pública se convierta en una monumental tragedia humana. No existe una verdadera definición de la sociedad civil, un término que se ha utilizado de diversas maneras en los últimos años y ha generado una gran cantidad de literatura. No está claro si Scott ve a la sociedad civil como algo que existe en una variedad de contextos —tradicionales y modernos, africanos y europeos— o si se trata de una categoría más particular asociada a una economía política liberal. Scott argumenta que la resistencia a los impulsos de gran alcance del alto modernismo autoritario tiene más éxito donde las ideas democráticas liberales son fuertes, el sector privado está bien protegido y las instituciones democráticas representativas funcionan. El significado de la sociedad civil no resulta claro y queda un poco como un cabo suelto, pero eso también puede ser para mejor, dado que los esfuerzos anteriores para tratar de aclararlo y adaptarlo a contextos no occidentales han sido infructuosos, lo que a menudo conduce a un turbio atolladero teórico. De hecho, el término no se usa mucho a lo largo del libro. En cambio, Scott centra nuestra atención en la importancia de las organizaciones heterogéneas y de pequeña escala que están bien integradas en la sociedad local y tal vez esto es lo que se quiere decir con sociedad civil.

Scott no se detiene mucho en el nivel de la teoría, sino que recurre rápidamente a una serie de fascinantes y cuidadosamente elaborados estudios de casos que explican y respaldan su argumento básico y cuentan la historia de la administración de la sociedad y la naturaleza modernas. Estos estudios de casos son el corazón del libro y su mayor contribución. Comienzan con el caso de la silvicultura científica inventada a fines del siglo XVIII en Prusia y Sajonia. La estandarización y simplificación que es fundamental para la práctica del manejo forestal científico aclara la lógica y las consecuencias del fenómeno de la legibilidad de los proyectos. Con hileras rectas de árboles uniformes, sin maleza, los bosques eran fácilmente supervisados, manejados y cosechados por las autoridades centrales, pero también eran susceptibles a plagas y enfermedades y tendían a destruir la fertilidad del suelo. Al final, los administradores forestales se quedaron con la caída de la producción. Scott hábilmente utiliza la silvicultura científica como una analogía de los esfuerzos del Estado para mapear y obtener control sobre una amplia variedad de prácticas sociales complejas y las consecuencias usualmente no deseadas de estos esfuerzos.

Los casos que siguen varían ampliamente a través del tiempo y el espacio. Dadas las condiciones esbozadas antes, no sorprende que Lenin emerja como una figura central en la historia de una política estatal desastrosa. La colectivización de la agricultura soviética es un ejemplo clásico de los costos humanos asociados con los ambiciosos esfuerzos del Estado para domesticar las prácticas sociales a fin de mejorar la producción y hacerse con el control de la sociedad local. El proyecto de aldeas en Tanzania es otro ejemplo. Sin embargo, no son los movimientos revolucionarios los que son el objetivo particular del análisis y la crítica de Scott. De hecho, Rosa Luxemburgo es aquí una especie de antiheroína. El capitalismo burocrático —compendiado por el taylorismo, el fordismo y la agricultura científica— también es peligroso porque comparte los mismos impulsos utópicos del alto modernismo. Lenin, por supuesto, se sintió particularmente atraído por el taylorismo y Scott examina las conexiones y similitudes entre la colectivización soviética y la agricultura industrial a gran escala en los Estados Unidos. Los planes para una gigantesca granja soviética fueron tramados en un hotel de Chicago por expertos occidentales en agricultura industrial, un detalle que sugiere no solamente la afinidad entre el capitalismo burocrático y el socialismo de Estado, sino también la medida en que los planificadores no se preocupan por los contextos y las prácticas locales.

Le Courbusier, un arquitecto, quien políticamente estaba firmemente arraigado en la derecha, se une a Lenin como protagonista clave en la historia de Scott. Sus principios de alto modernismo inspiraron el diseño de Brasilia y Candigarh, en la India. Estas ciudades ofrecen ejemplos urbanos de proyectos de gran alcance y también demuestran los peligros de los intentos burocráticos de limpiar la maleza de la vida social y organizar el mundo en líneas derechas, ángulos rectos y unidades visibles de contabilidad. Scott acepta la crítica de Jane Jacobs a Le Courbusier y su llamado a construir ciudades compuestas por vecindarios diversos, de uso mixto, incluso abarrotados, que él compara con los bosques y la agricultura mixtos.

La concentración del libro en el impulso del Estado para ordenar y limitar la diversidad humana y natural para hacerla más legible y susceptible de control recuerda la modalidad panóptica del poder de Foucault. Scott, sin embargo, encuentra límites al poder disciplinario del Estado en la capacidad de la sociedad para subvertir y modificar incluso los mejores planes centrales. Como se señaló antes, Scott ve la economía política liberal, especialmente una con un sector privado pequeño y vibrante, como la más exitosa en resistir y restringir el alto modernismo autoritario. Incluso donde no prevalece el liberalismo, hay puntos de resistencia que frustran las mejores intenciones de los planificadores. La respuesta local al diseño severo y poco acomodable de Brasilia es una Brasilia no planificada con sus ocupantes ilegales y asentamientos espontáneos. Los campesinos de todas partes responden a la colectivización y la planificación central con mercados negros y una economía informal.

Con todo el esfuerzo por la legibilidad, el Estado permanece ciego ante el conocimiento local informal que emerge de la práctica diaria. Sin ese conocimiento, los planes sinópticos de los administradores, cualquiera que sea su persuasión ideológica, están, al largo plazo, condenados a fracasar. Sin embargo, el fracaso de los planes no asegura el triunfo de la sociedad local. Los diseños esquemáticos creados por los planificadores pueden destruir la práctica local sin lograr los resultados previstos. Scott no rechaza la modernidad y, aunque está influido por el anarquismo, no rechaza del todo el poder del Estado. Más bien, aboga por una confianza en lo que él llama metis, el conocimiento práctico arraigado de manera local que es naturalmente incremental y apoya la multifuncionalidad, la adaptabilidad, la diversidad y la autonomía. Estos son los valores esenciales de Scott y, si bien se le puede culpar de un poco de romanticismo con respecto al poder del conocimiento local (una acusación que él rechaza desde el principio), es difícil no dejarse arrastrar por su argumento.

 

Lo que ve el Estado de James C. Scott se encuentra disponible aquí.

ISBN: 9786071668899
N° Edición: 1
N° páginas: 473
Año: 2021
Tamaño en cms.: 17 x 23
Tipo de edición: Rústica
Editorial: Fondo de Cultura Económica

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