Leemos porque sí
Repensar "Chicago chico", por Diamela Eltit
(Este es el texto de Diamela Eltit leyó en la presentación del libro "Chicago chico", de Armando Méndez Carrasco, en nuestra librería del Fondo de cultura económica de Santiago, el jueves 10 de agosto de 2023)
Vivimos, a días de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, tiempos complejos y hasta cierto punto asfixiantes. La hegemonía neoliberal reaccionaria ha recuperado su dominio sobre parte importante del horizonte social a través de la administración de cada uno de sus medios que día a día producen “efectos de verdad” como lo señala Pierre Bourdieu. El paso del siglo XX al XXI está marcado por la importante e impactante revolución tecnológica y por la devastación industrial derivada a China o a India o a Guatemala. De esa manera el trabajador industrial y el peso de sus sindicatos, se han diluido y abundan hoy en Chile, como los define Nancy Fraser, los McEmpleos desprotegidos, débiles, muchas veces infra pagados.
Marx pensó en el proletariado industrial como la gran fuerza revolucionaria, Antonio Gramsci se detuvo en la cuestión cultural para definir la hegemonía en toda su plenitud. Pero, Rosa Luxemburgo, la gran pensadora, a diferencia de Marx, consideró la inclusión del subproletariado, abriendo así un espacio social mucho más amplio.
Hoy mismo, este Chile siglo XXI, recorrido por la desigualdad, abandonado en gran medida por el Estado, ha segregado las periferias. La mitad de los niños derivados al Sename, van a la cárcel. Las cárceles están sobrecargadas y solo funcionan como sedes pedagógicas. Precisamente, una amplia franja social, sin soporte, ajenos a formación política, sometidos a la violencia, se inclinan hoy por el populismo que encarna el Partido Republicano.
Aunque la ultraderecha ha ganado un espacio considerable en diversos países, fundamentalmente debido a la migración y a la inoculación de nacionalismos. Chile vive un proceso particular en donde se resignificó el estallido y sus víctimas como delincuencia, la Convención fue asolada por los cuatro costados y definida como un error social conformado por un conjunto de representantes sin mérito alguno. Y, hoy, en definitiva, el gobierno del Frente Amplio tiene severas limitaciones pues está condicionado por la oposición.
El neoliberalismo que nos rige, sumado a la mayoría parlamentaria conformada por las derechas y la ultraderecha, se funda en acumulaciones, en reducir derechos, en liberarse de impuestos, en someter a la población a una deuda que hipoteca la vida misma en el interior de una sociedad donde cuerpo y objeto valen los mismo. Una derecha que, a 50 años del bombardeo a La Moneda, sigue prendada y prendida a Pinochet.
¿Dónde está Chicago Chico hoy? ¿Quién lo escribe?
Hay que volver atrás, a examinar este texto y su estructura. Méndez Carrasco transformó la novela en un dispositivo político de habla, como dice el filósofo francés Jacques Ranciere, “para la parte de los que no tienen parte,” abriendo así un surco en la narrativa chilena al diseñar un espacio social centrado en la noche que reúne mayoritariamente pequeños maleantes junto a cafiches y prostitutas. Un escenario donde las vidas se certifican a ellas mismas en el transcurso nocturno con otras y con otros. Su protagonista experto en jazz, vive el baile o transforma la noche en baile. Se entrega a esa noche compartida para. establecer una comunidad otra, desde abajo, que ejerce diversas formas de ilegalismo.
El chicoco, narrador y protagonista, es el que tiene mayor formación cultural y política aunque enmascarada en el interior de esa comunidad, porque él tiene estudios en un periodo histórico donde la. educación secundaria completa era un atributo, pero el baile, la noche, lo conducen hasta un espacio diverso, adictivo, donde cursa sus deseos. Su madre lo lee como una prolongación del padre y lo acepta.
El universo de “Chicago chico” se cierra sobre un conjunto de personajes pícaros, la cáfila hampona (aunque en otro registro podrían ser considerados sobrevivientes como el Lazarillo de Tormes) que llevan de una manera igualmente pícara sus apodos .
La figura de la prostituta es central. Si bien tiene un oficio que puebla la literatura chilena: “Juana Lucero”, “El lugar sin límite” entre otras, en este texto carece de la dramática moralizante que rodea a estos personajes. En esta novela forma parte del grupo en igualdad de condiciones, baila, y su tragedia consiste en contraer enfermedades de trasmisión sexual contagiadas por los clientes anónimos lo que marca su decadencia y su caída. El cafiche, figura también central de múltiples cinematografías, es uno más y marca la cara de sus protegidas como signo de propiedad económica. Ladronzuelos semejantes a los niños de la “El río” son miembros de esta comunidad nocturna donde transcurre la noche que los deleita y los desafía, en suma personajes que Marx habría calificado como lumpen proletariado.
La novela es múltiple, con muchas zonas analizables, pero quiero detenerme en tres espacios de sentido que me parecen muy significativos. Por una parte, el viaje de retorno del chicoco desde Valparaíso y la deconstrucción de los acompañantes del auto. Durante el viaje, con tres personajes de la alta burguesía, se pone en evidencia a través del chicoco de qué manera se reproducen riqueza y estatus de clase. Las conversaciones que mantienen los personajes liderados por misia Juanita Pereira se detienen en el matrimonio como sede de reproducción de capitales no solo económicos sino especialmente simbólicos. La familia es la portadora de la historia de los apellidos “propietarios del país” que van citando los viajeros: Así, Amunátegui, Errázuriz, Vial, Munizaga, Mackenna, Morandé, entre otros, se constituyen en poder, en seguros de vida, en el interior de la clase que los garantiza. El narrador devela la construcción estructural de la hegemonía y de lo que ellos denominan como una catástrofe social como es la alianza con subordinados: “Vicentito el hijo de Susanita Echeverría fue sorprendido en horrorosos amoríos con la empleada de mano”. O el error matrimonial: “figúrese usted a Renato Valdes Ortuzar casado con Maria Arellano Zapata… y los pobres hijos ..Patricio Valdés Arellano. Qué abominable”. Y, desde luego, la oposición política más tradicional e invariable: “A mí me desagradan los anarquistas, los comunistas no los puedo ver”.
Y, desde otra perspectiva y en otro registro, se podría pensar políticamente la novela como una aproximación posible a los planteamientos “Gramscianos” que Nancy Fraser promueve como contra hegemonía para producir así una hegemonía desde “abajo”, un espacio donde los sujetos se unan más allá de sus diferencias, para formar parte de un escenario cuando no idéntico, al menos común. Este escenario social está presente en el cumpleaños de la madre del chicoco, mujer de clase media. Reunidos por el afecto, comparecen en la casa de la madre del Chicoco, los amigos, las prostitutas, en suma la cáfila hampona para celebrar a la madre, organizan para ella una sede protagónica: “Cachetón Pelota abrazó a mi madre. Todos hicieron lo mismo. Algunos aplaudían, otros bebían. Mi madre devolvía las atenciones con maternal cariño; como si esa gente le perteneciese”
Y en otro registro, en el de la recepción, habría que pensar en las numerosas ediciones de la obra en su tiempo, una tras otra, generando una marea de lectores, que ingresaron en los sucesos narrativos de manera intensa como si con esta novela se hubiese abierto un surco lector intempestivo. O como lo señala Nietzsche: “obrar en este tiempo intempestivamente, esto es contra el tiempo y, esto es de esperar, a favor del tiempo del porvenir”. Pero, lo importante son esos lectores y esa novela que habla desde otro lugar, desde un. lugar también intempestivo, fuera del canon de su tiempo, atravesando el control del sentido común de las convenciones dominantes.
Sin duda la novela detona preguntas estratégicas acerca del abuso en torno a figuras a la madre, las prostitutas y los cafiches, como zonas de explotación de las mujeres. Pero más allá de los agudos problemas que se generan desde el ilegalismo, hay que considerar la existencia de esas figuras en el presente.
“Chicago chico” se reedita hoy mismo. Se puede pensar, por qué no, que la novela se adelantó a su tiempo y es hoy, 62 años después, cuando tenemos que leer la palabra desde abajo, “de la parte de los que no tienen parte” romper la abismante desigualdad para politizar esos espacios que están vacíos o vaciados, recorridos por el machismo y altas cuotas de violencia, segregados, entregados a un abandono que solo puede conducirnos al fascismo popular y a una penosa dramática social.
Diamela Eltit