Leemos porque sí

Desde el baúl de Billy Bones

El Sr. Robert Louis Stevenson, que provenía de una numerosa familia de ingenieros escoceses, con una larga y reconocida tradición en la construcción de faros, decidió ser escritor y desgraciadamente la tuberculosis, esa enfermedad "tan romántica" se lo llevó demasiado pronto.

Por Ioannes Corvus

Quise comenzar esta pequeña nota, al estilo del propio Stevenson, autor que, de una manera u otra, me ha acompañado, a lo largo de lo que llevo de vida y cuya influencia he reconocido en mi trabajo y en mis gustos.

Para los niños de mi generación, la de finales de los setenta del siglo pasado, no había tantas opciones a la hora de entretenerse. Si no tenías "cable" la televisión sólo contaba con dos canales y los espacios dedicados al público infantil, eran bien acotados. Las otras cosas que podías hacer eran: jugar en tu habitación, salir a jugar a la calle, desesperar a tus progenitores repitiendo hasta el cansancio que estabas aburrido o lo que Yo personalmente prefería, dibujar y leer.

Para el tiempo en que me regalaron el primer libro de Stevenson "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" sin ser consciente de ello, ya había caído rendido ante su genio a través de la adaptación cinematográfica de "La Isla del Tesoro" realizada por Disney en 1950.

Esta película produjo en mí dos cosas, por un lado, me enamoré de los piratas y por otro le tome un miedo terrible e irracional a que de pronto llegase uno y pusiera en la palma de mi mano "la mota negra", lo cual significaría mi sentencia de muerte.

Y bueno, volviendo a "Jekyll y Hyde" realmente lo devoré. Lo leí sin descanso de principio a fin y me hizo amar Londres para siempre, sus callejones misteriosos, su niebla, los silbatos de los "Peelers".

Yo, criado en la educación católica, tenia la idea de que la gente era buena o mala y cuando de repente me portaba mal una de mis abuelas decía: "Tranquilos, que ya se le pasa. Es que se le metió el diablo".

Sin embargo, la lectura del relato de Stevenson, me aportaba otro prisma desde el que mirar. Las personas somos duales, tenemos luces y sombras y si Dios existía, ya que “estábamos hechos a su imagen y semejanza” debía ser igual.

El Dr. Jekyll cambiaba de una manera exagerada al ingerir su pócima, pero realmente podría haber sido cualquier destilado el que hiciese aparecer su parte oscura.

Con el tiempo llegaron otras lecturas, “El club de los suicidas”, “Markheim”, “El diablo de la botella” …

El año pasado FCE reeditó en la “Colección Popular”, el magnífico “Memoria para el olvido. Los ensayos de Robert Louis Stevenson”. Esta edición a cargo del escritor Argentino Alberto Manguel, que demuestra en su extremo cuidado, la admiración del compilador por el escritor escocés, hace un recorrido por la carrera literaria de Stevenson, con una selección temática diversa pero en la que prima un denominador común, el agudo sentido del humor. Es aquí donde podemos apreciar que el escritor poseía una visión casi patafísica a la hora de hablar de temas cotidianos y un virtuosismo de cirujano al momento de desarrollarlo en ensayos tales como “Apología de la pereza” ( Bécquer también escribió un bello ensayo sobre ese noble hábito) o hablando sobre la sana afición de moverse a pie en “Caminos” y “Caminatas” y haciendo prácticamente estudios antropológicos en textos como “Muerte”, “Cuentos del cementerio” o “La personalidad de los perros”

Si no llegaron como yo, de niño, a su literatura, les recomiendo este libro, donde se encontrarán con la sensibilidad exquisita de este mago del estilo, capaz como pocos de internarte sin necesidad de grandes artificios, en el interior del libro. 

 

    

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